Mayo es el mes en que celebramos a las madres. Pero más allá de los homenajes externos, este mes puede ser una oportunidad para mirar hacia adentro. Porque incluso si no somos madres de otros, todas llevamos dentro una madre interna.
A veces, esa madre interior es amorosa, compasiva y sabia. Otras veces, puede mostrarse crítica, ausente, exigente o controladora.
Conocer ese arquetipo que nos habita puede ser profundamente transformador. El desconocimiento, en cambio, puede limitarnos. Esa voz interna —que se formó desde nuestra infancia y hoy guía muchas de nuestras decisiones— influye en cómo nos tratamos, cómo nos hablamos y cómo nos sostenemos (o nos abandonamos) emocionalmente.
¿Qué tal si este mes de las madres, en lugar de mirar solo hacia afuera, nos regalamos una mirada honesta hacia adentro? ¿Qué tal si nos preguntamos: ¿Qué tipo de madre vive en mí? ¿Cómo me acompaño cuando tengo miedo? ¿Cómo me trato cuando me equivoco?
Tal vez podamos empezar a hablarnos con ternura en lugar de juicio. A quedarnos con nosotras cuando algo duele. A cuidar nuestras emociones con la misma paciencia con la que acompañaríamos a una niña que amamos profundamente.
Cuando hacemos ese gesto hacia nosotras mismas, algo empieza a cambiar. Dejamos de exigir perfección a quienes también estuvieron heridas (nuestras madres). Nos liberamos nosotras y abrimos el camino a una nueva forma de maternidad: más consciente, más compasiva, más real.
Sanar el vínculo con nuestra madre interna no reemplaza el vínculo con nuestras madres reales; lo transforma. Cuando dejamos de mirar a nuestras madres con reclamo o expectativa, y empezamos a verlas con humanidad, también las honramos. Las liberamos de tener que ser todo, de haberlo hecho perfecto. Y al hacerlo, nos damos a nosotras mismas el regalo de seguir adelante sin la carga de lo que faltó.
¿Cómo cultivar esa madre interior?
No se trata de grandes rituales. A veces basta con pequeños actos diarios:
Escúchate con presencia: cuando algo te incomode o te duela, no lo ignores. Pregúntate: ¿qué necesito en este momento?
Háblate con amor: si aparece el juicio o la culpa, cámbialo por una frase compasiva: "Estoy haciendo lo mejor que puedo. Estoy aprendiendo."
Acompañante en el error: cuando falles, no te abandones. Quédate contigo, como lo harías con una niña que amas.
Reivindica tu ternura: durante mucho tiempo nos enseñaron que ser fuertes era el único camino. Pero la sensibilidad también es fortaleza. No necesitas endurecerte para valer. Puedes sentir hondo, cuidar con delicadeza… y seguir siendo inmensamente poderosa.
Este mayo, más allá de celebrar a las madres afuera, celebremos la posibilidad de maternarnos a nosotras mismas. Una mujer que se ama, transforma generaciones.
Te dejo una declaración diaria:
Siéntate en un lugar tranquilo, cierra los ojos, toma tres respiraciones profundas y repite:
“Hoy elijo ser una madre amorosa para mí. Me acojo con paciencia cuando dudo, me abrazo con ternura cuando me equivoco, y me reconozco con gratitud cuando avanzo. Sanando en mí, honro a quienes vinieron antes y dejo un camino más libre a quienes vendrán después.”