Nos han enseñado a vivir en la mente: a pensar antes de sentir, a analizar antes de confiar, a planear antes de experimentar. Desde pequeños, nos programan para buscar respuestas en la lógica, en lo que “tiene sentido”. Y así, sin darnos cuenta, nos desconectamos de nuestra esencia, perdiendo la capacidad de escuchar la verdad que habita en el corazón.
Con el tiempo, aprendemos a blindarlo. Creemos que si lo protegemos con razón y control, estaremos a salvo. Pero al hacerlo, nos privamos de la riqueza de sentir sin restricciones. Nos volvemos prisioneros del análisis y el cálculo, sin darnos cuenta de que hemos silenciado la voz más sincera que tenemos.
La mente busca certezas, pero el corazón simplemente siente. Antes de que la razón intervenga, el corazón ya ha percibido. No necesita pruebas para confiar ni seguridades para entregarse. Aprende a fluir con la vida en lugar de resistirse.
Pero, ¿cuántas veces hemos ignorado esa intuición por miedo, por costumbre o por tratar de encajar? Pensamos el amor en lugar de sentirlo, y en nuestro afán de seguridad, terminamos perdiendo la estabilidad que solo nace desde adentro.
El Corazón No Teme la Incertidumbre
Vivir desde el corazón no significa ser ingenuo ni dejarse llevar sin rumbo. Tampoco implica rechazar la mente, sino integrarla de una manera más equilibrada. Es aprender a confiar en esa sensación interna que, aunque no siempre lógica, nos guía con autenticidad.
No siempre es cómodo. Significa abrirnos a la alegría, pero también al dolor. Abrazar la incertidumbre en lugar de temerla. Permitirnos sentir sin apresurarnos a juzgar o buscar respuestas inmediatas. La clave no está en cerrarnos para protegernos, sino en mantenernos abiertos, a pesar de las heridas. En esa vulnerabilidad reside la conexión más auténtica con nosotros mismos y con los demás.
Cuando vivimos desde el corazón, nos anclamos en el único momento que realmente existe: el presente.
Un Experimento: Sentir Más, Pensar Menos
Hoy quiero invitarte a hacer una pausa: cierra los ojos, respira hondo, pon una mano en tu pecho y otra en tu vientre.
Pregúntate: ¿Cómo se siente este momento en mi cuerpo? ¿Qué ocurre cuando dejo de analizar y simplemente permito que la sensación esté ahí?
Tal vez no tengas una respuesta clara y tal vez no sea necesario encontrarla. La experiencia de sentir es suficiente por sí misma. No hay nada que entender, solo algo que vivir.
Hoy es un buen día para salir de la mente y entrar en el cuerpo. Para escuchar lo que nos dice el corazón sin necesidad de explicarlo. ¿Te animas?
Nos enseñaron a mirar, pero no a ver… a escuchar, pero no a oír. Nos dieron palabras para nombrar lo que sentimos… y así nos robaron el derecho a sentirlo sin traducción.
Pensamos que el corazón sabe algo que la mente ignora… pero tal vez solo inventamos esa división para no enfrentar lo evidente… que nunca hubo un lugar seguro desde donde vivir.
No es cuestión de elegir entre razón o emoción… es darse cuenta de que ambas juegan un juego que nunca tuvo reglas. Cierra los ojos… respira… y deja que algo en ti dude de todo esto.
:)